LA ELÍPSE CÓNICA: charla sobre artes, letras y cultura Presenta EPÍTOME DE LAS ARTES PLÁSTICAS EN CHIRIQUÍ 2021  Primera parte

Fecha: 2022-01-06
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LA ELÍPSE CÓNICA: charla sobre artes, letras y cultura

Presenta

EPÍTOME DE LAS ARTES PLÁSTICAS EN CHIRIQUÍ 2021 

Primera parte

 

Texto: Manuel E. Montilla                                                                                                                        Pinturas: Fundación para las Artes Montilla e Hijos

 

“El hecho de que sean contemporáneos, de que hayan muerto hace siglos, de que pertenezcan a tal o cual región, eso es lo de menos. Lo importante es revelar belleza y sólo se puede revelar belleza que uno ha sentido.”

Jorge Luis Borges

 

CHIRIQUÍ, que en lengua dorasque significa “el lugar de las aguas abundantes”, se ubica en la región sur-occidente de la República de Panamá, su capital es la ciudad de San José de David. Cuenta con unos 462,056 habitantes (según estimaciones en 2019), en una superficie de 6,548 km2. El Valle de la Luna, como también se le designa, presenta sus límites territoriales: al norte la provincia de Bocas del Toro y la comarca Ngäbe-Buglé, al oeste la provincia de Puntarenas (en la República de Costa Rica), al este la provincia de Veraguas y al sur el océano Pacífico. 

          Es tierra de grandes contrastes, desde extensas llanuras de caudalosos ríos, con un amplio litoral costero, de esplendidas islas y abundante vida marina, a las tierras altas, de origen volcánico, donde sobresale el punto geodésico más alto de Panamá, el volcán Barú con sus 3475 metros de altura, aunado a otras elevaciones de la Cordillera Central (Cerro Picacho, 2874 metros; Cerro Santiago, 2826 metros; Cerro Pando 2468 metros), lo que brinda una inusual variedad de microclimas. De tal suerte, la diversidad de flora y de fauna es prodigiosa; presentando gran amplitud para la producción de la industria agropecuaria, lo que ha demarcado la vida, procesos culturales, proyección socio-política y económica, del antiguo asentamiento de naciones como los Ngäbes, los Buglé, los Doraces, los Zurias, y otras etnias prehispánicas.

          Panamá, paso obligado, desde siempre, para las migraciones y éxodos, tanto del sur como del norte, recoge en su seno las aportaciones culturales de pueblos y hombres en tránsito. La rica y variada cerámica precolombina de Coclé, la escultura sobre maderas nobles y la cestería de los emberá y wounaan en Darién, los mitos, tradiciones y aportes estéticos plasmados en las “molas” del pueblo Dule (en Guna Yala), proyectan su epígono en las tierras chiricanas con sus monolitos de Barriles y su extensa profusión de petroglifos o piedras grabadas (de 44 sitios en el Istmo, en Chiriquí se localizan 32). 

          La exuberancia de su naturaleza se aúna a la cordialidad, sencillez y empatía de sus habitantes. Chiriquí es tierra de poetas. Hombres y mujeres que hacen de la palabra una fuente cromática de sentimientos donde abrevan, a uno, el ser cotidiano, su entorno, su imaginación y las musas. Nombres destacados en la construcción del verbo como María Olimpia de Obaldía (1891-1985), Esther María Osses (1914-1990), Rosa Elvira Álvarez (1915-1977), Matilde Real de González (1924-2018), Sidya Candanedo de Zúñiga (1927-vvvv), Elsie Alvarado de Ricord (1928-2005), José Guillermo Ros-Zanet (1930-2018), Víctor Manuel Franceschi (1931-1984), Dimas Lidio Pitty (1941-2015), entre una pléyade heterogénea, conforman con donosura el Parnaso Lírico del Istmo; expresando la prodigalidad y profunda raíz sensorial que nos remite al intenso sentimiento ancestral del nacimiento de la entidad humana, de su encuentro con una naturaleza desorbitada, salvaje y grandiosa, del develamiento de su propia inserción como elemento transmutador. Así como del estupor ante lo inconmensurable, el cataclismo interior y la conformación de los códigos de comunicación, cual basamentos de la concreción del mundo. Una suerte de entidad e identidad, del ser humano, y de su transmigración atemporal.

  

       En las Artes Visuales, desde finales del siglo XIX y principios del XX se convocan diversidad de elementos que permiten un desarrollo paulatino, como corresponde a una sociedad rural, de forma que siempre ha habido una inquieta corriente, algunas veces con mayor relieve y otras soterrada, que incita la óptica del chiricano. Es así como nombres como Alberto Franco (1878-1910), Ida Belli (1876-1922), Héctor Agustín Falcón (1904-1946), se presentan como los forjadores en pintura. En fotografía es necesario citar como pionero al Dr. Maximiliano Muller Depuy (alemán establecido en la ciudad de David en la segunda mitad del siglo XIX) y a Enrique Jaquillon Vial, quien realiza retratos iluminados de singular hermosura y depurada técnica en las primeras décadas del XX. Posteriormente vendrán figuras zapadoras en la plástica como Tomás Cabal y Barros (1897-1966), Rosita Lowler de Araúz (¿-?), Dióscoro Brugiati Musi (1893-1977), el escultor Simón Esteban Medina Fernández (1912-1984), Italo Brugiati Paredes (1917-2002). 

          El historiador Dr. Mario José Molina Castillo anota en su tesis (1990): “Si hacemos una correlación con la producción artística de la ciudad de Panamá y la de esta provincia, podemos concluir que a pesar de que en Chiriquí no hubo academias de arte hasta la década de 1950, hubo cultivadores de las manifestaciones pictóricas y artísticas, así como algunos talleres de arte. Sin embargo, el desarrollo del arte pictórico en Chiriquí se debió principalmente a la llegada de algunos artistas inmigrantes o itinerantes, quienes han dejado en el medio sustanciales huellas y herencia artística.”

     

    En los sesenta y setenta, continúa un periodo de gran actividad donde encontramos figuras insignes como Marco Ernesto Gomezjurado (1923-1985), Aníbal Varca (1925-1987), Agilio Fortunato Miranda Samudio, conocido como el Dr. Nato (1929-vvvv), quien reside actualmente en los Estados Unidos, y Víctor Oswald Bruce Graves (1930-2016). Se conforman las primeras academias básicas e intentos de educación en las artes. Como bien ha anotado el Dr. Molina, muchos de los artistas mencionados no vieron la luz primera en suelo chiricano, no obstante, todos se integraron al medio y contribuyeron a forjar el basamento estético de este lar.

          Recién entrada la segunda mitad del siglo XX surgen, a la palestra nacional, los dos Grandes Maestros con que Chiriquí ha contribuido al Arte Panameño en su acepción más elevada. Eudoro (Lolo) Silvera (David,1916-2010) y Guillermo Trujillo (Horconcitos,1927-2018). Con personalidades diferentes, ambos se han caracterizado por su versatilidad, carácter investigativo y amplísima cultura. Ambos afincaron sus vidas y el desarrollo su trabajo en la ciudad de Panamá, después de concluir estudios en tierras foráneas.

 

EUDORO (LOLO) SILVERA: UN CLÁSICO CONTEMPORÁNEO

 

          “Lo que buscamos en el arte, como en el pensamiento, es la verdad.” - Hegel 

 

          Eudoro (Lolo) Silvera, es un verdadero hombre del Renacimiento. Pintor, escritor, músico, periodista, grabador, maestro de Belle Canto, traductor, creador de la caricatura política en Panamá, permaneció pintando con el vigor y la pasión de un demiurgo hasta su último aliento. Estudia dibujo de la mano del Maestro Roberto Lewis, en Panamá; en la Cooper Union de Nueva York se especializa en pintura; en la Juilliard School of Music adquiere un título en canto de “lieder”. En 1962, becado por el Gobierno Federal de Alemania, estudia grabado y litografía en la Academia de Artes Plásticas de Múnich.

          El arquitecto Erik Wolfschoon anota, en su obra Manifestaciones Artísticas en Panamá, sobre Silvera: “La primera obra que expone en Panamá, luego de extensos estudios en Nueva York, es el fruto de una exploración, intensa y concentrada, sobre la posibilidad de un lenguaje artístico panameño, pero también universal. Piñas, mangos y cocos son, antes que nada, objetos corpóreos susceptibles de una síntesis estructural. En este proceso se ensayan las más diversas permutaciones plásticas, pero sin perder nunca el camino que conduce de vuelta a las cosas tangibles; es más, hasta pudiera afirmarse que se incrementa el sentido de la realidad natural.” –agregando– “El más clásico de nuestros artistas contemporáneos, es, asimismo, a quien corresponde orientar y vitalizar la tradición moderna.”

          La pintura de Silvera es un mar embravecido, con profundas oscuridades, donde la luz incide sorpresiva y demarca esas regiones íntimas, sesgadas en el espejo, que encontramos en estupor y angustia, en devastación eterna. No obstante, en algún recodo de lo visual, o tal vez de lo no visible, pervive la esperanza, se agazapa la ilusión. Es la magia bizarra que nos permite regresar a nuestro Edén personal o a nuestro infierno eterno. Ni Dios puede librarnos, ni nosotros queremos salvarnos. 

          André Comte-Sponville, filósofo francés, nos enuncia: “En el arte, la humanidad se contempla a sí misma en su contemplación, se interroga a sí misma interrogando, se reconoce conociendo. Esta reflexividad, pero encarnada, sensible, es el arte mismo.”

 

          (Continuará).

 

MANUEL E. MONTILLA (Panamá, 1950).

Investigador visual y literario, gestor cultural, editor y diseñador gráfico, coleccionista, curador de arte, comunicador interactivo, bibliófilo, herrero de la palabra, artista plástico multidisciplinario. 

Director Ejecutivo de: Fundación para las Artes Montilla e Hijos. Pinacoteca de Arte Contemporáneo de Chiriquí. Sociedad Panameña de Acuarelistas. Sistema Editorial Fundación. 

Reside en David, Chiriquí, Panamá. 

 

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