Un Bicentenario sin Historiadores Públicos.

Fecha: 2021-11-28
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 Un Bicentenario sin Historiadores Públicos.

Por: Magister. Enrique A. Avilés Torres. 

 

Hoy 28 de noviembre de 2021, celebramos los 200 años de independencia de Panamá de España, la misma puso fin a la dirección hispana del Istmo y nos dio la oportunidad de orientar la patria a nuevos derroteros, lo que no fue nada fácil al ser una nación pequeña que ponía sus esperanzas de progreso en la unión bolivariana, que pronto evidenciaría sus signos de decadencia. Mantenernos unidos a Colombia tampoco saldaría nuestras aspiraciones de impulsar al máximo la tecnificación de la ruta de tránsito, sin desmeritar el establecimiento del ferrocarril y el intento francés de construir un canal. La celebración amerita por su propia magnificencia las reflexiones propias para evaluar nuestros avances como nación, al igual que nuestros estancamientos en muchas problemáticas que piden ser superadas. 

 

El bicentenario ha logrado la difusión desde muchos miradores historiográficos respecto a la Independencia; pero aún así, existe un sentir que dicho despliegue, pese a lo loable del esfuerzo, no termina de llegar a un público de mayor amplitud: ¿A qué obedece ese sentir generalizado de una celebración tan intima que resulta muy lejana al panameño común? 

 

Quizás la respuesta a esa pregunta yace en que nuestros medios de producción y difusión de historia.  En la actualidad es muy difícil, por no decir imposible, lograr un enlace de mayor significancia con un público de mayor amplitud, públicos más participativos y de demandas que superan las tradicionales entregas de conferencias, simposios, seminarios y demás. Es muy común que a simple vista parezca que al panameño poco le importa su historia, o que no le guste leer; sin embargo, la pregunta que hace falta que nos realicemos los especialistas de historia es, sin lugar a duda: ¿Realmente hemos lanzado los puentes para que nuestra investigación supere la barrera academicista y sea más democrática? o ¿Continuamos en un pedestal inalcanzable dentro de una rigurosidad que nos aleja de las grandes audiencias? 

 

Las preguntas plantean un dilema de mucha actualidad para los historiadores panameños. De continuar por la rigurosa línea academicista tradicional, sin realizar bifurcaciones de enfoques y aplicaciones, se puede estar apostando a un mayor distanciamiento con la ciudadanía, creando un bache que a la postre, puede ser la antítesis de la excelencia que se busca en materia académica y de investigación, bache que podría, sin dudarlo, ser cubierto por no especialistas, o profesionales, lo que pudiera poner en riesgo la construcción de identidades. memorias y pertenencias para las presentes y futuras generaciones. A lo anterior, no faltara quien argumente que es imposible abandonar la rigurosidad científica, con lo que yo estaría completamente de acuerdo, pues no se trata de eliminar la rigurosidad de la academia e investigación en la ciencia llamada historia, lo que por muchos años no se ha entendido es que los resultados de esa rigurosidad deben llegar de manera democrática a mayores audiencias ciudadanas, siendo redimensionados desde una entrega más accesible, incluyente y fortalecedora de ese pasado conjunto que debe servir para evitar “invisibles” historiográficos y fortalecer la participación ciudadana. En otras palabras, el reto del siglo XXI para los historiadores panameños es el compromiso de una historia que, hablando de todos, todos la pueden entender, asumir y disfrutar sin sentirse que el nivel es tan elevado que les es imposible comprenderla e identificarse con esta, advierto no habló de una historia vulgata, pues como ya mencioné debe tener su rigurosa excelencia. 

 

Repensar ese acercamiento entre Estado, historia, historiadores y público no ha sido la meta de la celebración magnánima del Bicentenario. Este acercamiento, cada vez más necesario, sólo es viable a través de la implementación por parte de los historiadores y la administración estatal de una Historia Pública, pues la misma brinda un mundo de posibilidades en métodos, enfoques, formas de investigación, e interpretación que crea puentes inmediatos para audiencias que solicitan a gritos historia, no desde las presentaciones académicas o investigativas tradicionales. Muchos se cuestionarán de cuál Historia se está hablando en este escrito. Pues de esa que implica nuevas metodologías de presentación para llegar al público, aquella que no incluye meramente a lectores ni audiencias especializadas, y que aborda a su público desde museos, divulgación patrimonial, historia oral, recreación histórica, preservación de archivos e historia local, con difusiones que van desde lo educativo a lo festivo, sin perder un ápice de rigurosidad científica. 

Para la realización de esta historia es preciso que el Estado abra el espacio que por toda la época  republicana les ha negado a los historiadores de participar de la actividad pública bajo un marco legal. El bicentenario pasará y el Historiador panameño seguirá sin existir en el Manual de cargos del Estado, no existe obligación de parte de ninguna institución museística de permitir que el historiador panameño escriba entre sus contenidos expositivos nuestra historia ( De hecho, se ha hablado de una sola exhibición del bicentenario cuando debieron sobrar a nivel nacional y regional), no existe el cargo del historiador de archivo institucional para garantizar la existencia de archivos referenciales e históricos en las mismas, tampoco existe el cargo de Historiador documentalista para megaproyectos, ni menciono el de Historiador de recreación histórica, pues el mismo evento del bicentenario no ha tenido una sola recreación histórica seriamente investigada o científicamente preparada. Tampoco existe el cargo de Historiador municipal, pues parece que el ámbito cultural municipal puede funcionar prescindiendo completamente de estos. Aún así, se está a tiempo de enmendar el rumbo y crear legados significativos para el desarrollo de nuestra historia y la aproximación precisa entre Estado, historiadores y público mayoritario. En este sentido, la Asamblea Legislativa ha asumido el primer paso de crear la Ley 638 para la reglamentación de la profesión de Historia, que tiene el aval oportuno del Ministerio de Cultura. La misma actualmente está suspendida y en lo sucesivo debe pasar a segundo debate, pues es necesario la creación de estos espacios para el fortalecimiento de nuestras memorias e identidades, valor ineludible en el empoderamiento de la ciudadanía y la democracia. Toca, en hora buena, asumir luces largas y no quedarnos en celebraciones que a la postre dejen a las futuras generaciones sin la oportunidad de disfrutar públicamente de su historia. Por la patria y sus hijos, es necesario que el bicentenario no olvide a ese historiador, pues de hacerlo también olvida al panameño común que necesita pertenencia e identificación. Saludos y feliz 28 de noviembre. 

El autor es Docente de Historia en la Universidad de Panamá.

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