La renuncia al cargo de Procurador de la Nación de Eduardo Ulloa, no es más que el colapso acumulado de años de corrupción, indiferencia y el tratamiento del país conforme a los intereses de los grupos de poder económicos y políticos. Su explicación deja un mal sabor, y da paso a todas las interpretaciones del porqué el hombre que hace 14 meses aplicó para dirigir esta posición conociendo a los desafíos que se enfrentaba.
La inestabilidad del país se siente en medio de una pandemia que deja secuelas en lo laboral, educativo, la salud, económico y la mente de la gente.
Dejar el puesto en medio de la investigación del caso de abusos en los albergues donde niños, niñas y adolescentes, solo le agrega más sal a la herida de esta nación, que diariamente se nutre de un hecho tras otro, para aumentar la incredulidad de todo y un sentimiento de rechazo sin de verdad entrar a tomar medidas participativas como ciudadanos para tener un mejor país.
Sentir la indignación en Panamá depende del ánimo de quienes impulsen los temas cuestionados, donde hay toda clase de agendas ocultas, conspiraciones, intereses de poder, donde todo lo que se busca es acumular dinero, evadir la justicia, mantener estatus, poder y control político,
pero menos la de ser mejores ciudadanos.
Se suma la falta de la certeza del castigo, donde la justicia ejemplar sea aplicada a los intocables y no solo a los más pobres. Donde el caso del abusos de menores no sea una estadística o un caso de albergue, porque la verdad es más dolorosa que esto, cuando se sabe que el tema que era tabú yace en los hogares donde los monstruos abundan.
Panamá duele, en lo profundo. Hay ausencia de una sola voz de aliento que convoque y una a todos los panameños de manera coherente para dar un paso en firme a construir un país con cimientes solidas.
Nada parece detener la caída libre en que vamos como sociedad. Llegó el tiempo de poner un alto, hay que cambiarlo todo, pero sobre todo reconocer que como ciudadanos hemos fallado al no tomar acción y reclamar la decencia a quienes han integrado todos estos años los tres órganos del estado. Ya no hay espacio a la doble moralidad en ningún lugar.
Estamos huérfanos de acción ciudadana que tenga como raíz el querer un país ordenado, seguro que honre el desarrollo de todos sus nacionales. De nada sirve las protestas con gritos de calle, ni insultos, ni los discursos de más de cuatro que se sienten "impolutos" reclaman y denuncian, cuando en este país todos los conocen.
La renuncia de Ulloa deja más incertidumbre, y plantea el desafío de tomar acción por nuestro Panamá.
Qué la indignación sea genuina. ¡ Qué cese la indiferencia ! ¡ Qué el país deje de ser manejado por las agendas políticas, o lo grupos económicos ! Es tiempo de poner un hasta aquí, porque todos estos ingredientes están en una olla de presión, que está a punto de reventar, en un estallido social inédito, del cual entonces sí, nadie escapará a sus consecuencias.
Llegó el momento de tomar decisiones importantes como el de convocar a una constituyente para frenar el desmadre que se avecina.
El día que entendamos que el verdadero poder radica en los ciudadanos ese día mejorará el país. Panamá Duele.