Por  Julia E. Alvear P.                     19 de mayo de 2020.

A  Arturo Mayo Hassan lo conocí en 1985, cuando fuimos  vecinos  en el sector de la calle Pasadena, ubicada entre el seguro Social  y la Universidad de Panamá.

El patio de su casa colindaba con la mía.  A Mayito lo conocí  con el cabello gris,  al principio lo miraba  como desde el estacionamiento de su casa armaba su atril y allí lo veía afanoso con su pincel. Manejaba un volkswagen,  y te sonreía.  Su tono de voz tenía la cualidad  de querer seguirlo escuchando todas sus anécdotas.

En ese entonces  Mayo aún pintaba sus inigualables empolleradas de cuello largo en plumilla y empezaba  a desarrollar  el acrílico,  el óleo. Era un conocedor de la técnica del pastel,  y con su risa afable  era visitado siempre por la crema y nata de los pintores nacionales.   Me acuerdo que a la primera exposición de pintura que yo fui fue a la suya,  en la galería de Mary Palma en el Hotel  Marriott hoy Sheraton.  También recuerdo la incorporación del follaje  verde, flores y riachuelos,   que denotaba su crecimiento personal y como artista.  DE su historia  como artista  fue pupilo  de Juan Manuel Cedeño y Juan B. Jeanine.  Su inicio  en las artes plásticas  pasado  los cuarenta años hasta alcanzar su reconocimiento y su propio espacio.

Su arte fue exhibido en Costa Rica, Colombia, Estados Unidos, Venezuela, España, Japón, República Dominicana, México, Guatemala, Cuba, Trinidad, Portugal y Tel Aviv.

Mayo no solo era un artista de la plástica panameña, era un ser humano de gran espiritualidad,  generoso cordial,  humano, hermano de sus hermanos y amigos.  Tocaba el piano y tenía muy buena  voz. Me prometió que el día que me volviera  a casar me regalaría un cuadro suyo y así lo hizo.

El mayor de los 5 hijos del cantautor desaparecido Chino Hassán,  y como tal, siempre veló porque sus hermanas, Marianela, Noris q.e.p.d. y Xenia q.e.p.d. no les faltara nada.  Su hermano José Arturo era la alegría  de todos ellos  cuando los iba  a visitar.

Mayo mi vecino, se convirtió en uno de mis mejores  amigos,  y siempre tenía  consejos  acertados,  pero  más que todo te animaba a continuar la vida  con ánimo.  Nunca tenía  pereza, cocinaba con pasión muy al  estilo chino, le gustaba dormir  temprano, ayudaba a todo el que podía, al igual que sus hermanas.  En la casa de los  hermanos Hassán la alegría  de departir  era refrescante.  No conozco mejor casa donde se dieran las mejores tertulias  donde los temas iban desde la pintura, el arte, la cocina y la política.

Mayo  y sus hermanas,  siempre tenían  los últimos detalles  de los que estaba sucediendo en la cruzada civilista, y desde su ventana  que daba a la  calle en un segundo piso,  veíamos correr y pasar las ambulancias tras el trepaquesube que se formaba con los antimotines  que se enfrentaban a los estudiantes que protestaban.

Quienes conocen a los Hassán y sobre todo a Mayo,  sentirán su ausencia, recordarlo traerá a nuestras memorias los mejores episodios de conversaciones amenas, donde reírse componiendo el mundo y soñando  son de los recuerdos que se guardan en el baúl  del no te olvido.

Mayo el tío Mayo para mis hijos Roberto y James Thomas,  siempre  estuvo allí para nosotros cuando necesitamos ir a una urgencia nocturna.

Mi querido Mayo,  amigo,  sin dudarlo sé,   que ya le estarás pintando a Dios  tus estilizadas  empolleradas  de cuello largo.   Viviste apasionadamente y fuiste amado por todos.  Descansa en paz.